Desde nuestra academia Dictum Idiomas en Tetuán, nos gustaría aportar esta valiosa información:
Todos los seres humanos –salvo aquellos que padezcan de un impedimento severo- tenemos la capacidad de hablar, de comunicarnos con los demás, de expresar nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. En un mundo en el cual se hablan aproximadamente 6000 lenguas, muchos de nosotros aprendemos al menos dos. Pero, ¿es lo mismo estudiar una lengua por gusto o bien por necesidad?
Los lingüistas sostienen que no es así, y que hay diferentes factores que condicionan la velocidad y la facilidad con la que incorporamos un nuevo idioma. Para ello, distinguen entre lengua materna, segunda lengua y lengua extranjera.
Por tanto comenzaremos diferenciando estos tres términos:
¿Lengua materna o primera lengua?
Se considera que la lengua materna de una persona es la primera que uno aprende (en el período de adquisición del lenguaje en la primera infancia).
Es ésta la lengua a la que uno le hablaban cuando estaba en la cuna, en la que se sueña, se cuenta, por lo general hablada por los padres. Pero existe un problema de denominación: al llamarla lengua materna, da la idea (por supuesto, falsa) de que es necesariamente la lengua que habla la propia madre.
Por supuesto, esto no siempre ocurre así. Además del ejemplo obvio de los niños adoptados por padres que hablan otro idioma al de sus progenitores biológicos, tenemos el caso en donde a un mismo niño un padre le hable en una lengua y otro, en otra. En ese caso, será bilingüe.
Por eso, los lingüistas prefieren hablar de primera lengua para referirse a aquella con la que las personas más se sienten identificadas, y que en muchos casos los acompaña de la cuna a la tumba.
Aprender una segunda lengua: inmersión total
Se considera segunda lengua a aquella que habla la comunidad, y que es distinta a la primera lengua de uno. Por ejemplo, si un español se muda a Portugal, y aprende portugués viviendo allí, el portugués será entonces su segunda lengua. No se trata de un criterio cronológico: el mismo español puede haber aprendido inglés antes de portugués, pero de todas formas, al estar inmerso en una comunidad lusohablante, nunca utilizará las dos lenguas en la misma proporción.
La segunda lengua por lo general se aprende más rápido que si uno estuviera en su lugar de origen, ya que la inmersión en ella es total. Es como pasar a vivir en un instituto de idioma: la encontramos por la calle, en la publicidad, en los medios, en el trabajo, en los comercios. Especialmente en los niños se puede ver esta capacidad de absorber la segunda lengua, al punto que en ocasiones es imposible distinguirlos de los hablantes nativos.
Lenguas extranjeras: sentarse a estudiar
Las lenguas extranjeras son aquellas que no se hablan dentro de la comunidad en la que vive el hablante –más allá de ciertas comunidades muy reducidas-. Es, por ejemplo, la lengua que se enseña en las escuelas como materia de enseñanza.
Cuando, viviendo en un país hispanohablante, nos ponemos a estudiar inglés, francés, alemán o cualquier otro idioma, es muy poco el tiempo real que pasamos inmersos en él. Es por ello que debemos dedicarnos con más ahínco a perfeccionar nuestros conocimientos.
Además, a diferencia de lo que ocurriría si fuera la lengua de nuestra comunidad, en general le damos menos usos, y mucho más específicos (para viajar, para hacer negocios, por placer, etc.). Por eso, al aprender cualquier lengua extranjera, es fundamental hacerlo en un contexto que fomente la comunicación, que nos provea de distintos canales –oral, escrito- y de fuentes diversas para ampliar nuestro vocabulario.
El cerebro se comporta de manera muy distinta en el aprendizaje de un segundo idioma que en el primero, si los aprendemos en distintas épocas de nuestra vida. Al aprender nuestra primera lengua, solemos utilizar fácilmente las reglas gramaticales, aunque en muchas ocasiones, no seamos capaces de explicarlas ya que son explícitas. En la segunda, el conocimiento gramatical es explícito, como solemos aprender otro idioma, y necesitamos conocer sus reglas de antemano. Sin embargo, si aprendemos ambas lenguas al mismo tiempo, la misma zona cerebral relacionará ambas lenguas y las pondrá en contacto para generar esquemas más complejos.
La lengua extranjera permite a los alumnos dotarse de más destrezas comunicativas y les abre el camino hacia la comprensión de otros modos de vida. Su desarrollo intelectual impone a los alumnos una doble visión de la vida materializada, a veces, en el habla de dos o tres idiomas, con todas las ventajas que ello supone en la actualidad.